Pero lloré mucho, no recuerdo haber llorado tanto otros años.
Aunque no lloraba por mi, ni por mi familia, lloré por la impotencia de ver sufrir a personas que quiero sin poder hacer nada al respecto. Me dolía verlos sufrir. Pero ese sufrimiento me acercó a Dios y doy gracias por eso.
Tengo muchas razones para estar agradecida con Dios, he sido muy bendecida durante este año. Y a pesar de unos cuantos tropiezos que tuve que pasar, al final, todo ha sido para bien.
Dejo este poema de Salvador Novo, que expresa mejor que lo que quiero decir:
Gracias, Señor
Gracias, Señor, porque me diste un año
en que abrir a tu luz mis ojos ciegos;
gracias porque la fragua de tus fuegos
templó en acero el corazón de estaño.
Gracias por la ventura y por el daño
por la espina y la flor; porque tus ruegos
redujeron mis pasos andariegos
a la dulce quietud de tu rebaño.
Porque en mí floreció tu primavera;
porque tu otoño maduró mi espiga
que el invierno guarece y atempera.
Gracias, Señor, porque me diste un año
en que abrir a tu luz mis ojos ciegos;
gracias porque la fragua de tus fuegos
templó en acero el corazón de estaño.
Gracias por la ventura y por el daño
por la espina y la flor; porque tus ruegos
redujeron mis pasos andariegos
a la dulce quietud de tu rebaño.
Porque en mí floreció tu primavera;
porque tu otoño maduró mi espiga
que el invierno guarece y atempera.
Y porque, entre tus dones, me bendiga
-compendio de tu amor- la duradera
felicidad de una sonrisa amiga.
-Salvador Novo-
-compendio de tu amor- la duradera
felicidad de una sonrisa amiga.
-Salvador Novo-